Nota llegada hasta mi caparazón y una foto de una mujer que a mi parecer recuerda a otra tortuga:
Lucecita era una tortuga japonesa, tenía el caparazón tímido como una piedra y reluciente a la vez como el brillo de un beso. Su vientre parecía ser un tatuaje tribal, un dibujo que a esa edad me causaba una curiosidad sin límites. Olía a río y en su lento andar se dibujaban senderos hacia la magia.
Óscar Pirot
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André De Dienes |
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